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Toc, toc. ¿Hay alguien ahí?
Las grandes crisis invitan a reflexionar sobre la condición humana. El apagón de este lunes, que afectó a toda la Península durante casi 12 horas y llevó a activar en Madrid el nivel 3 de emergencias, reveló nuestra absoluta dependencia de la electricidad y dejó estampas inéditas en todo el país. Desde semáforos apagados y ascensores parados hasta el bloqueo de infraestructuras estratégicas como el metro, el aeropuerto, los trenes de cercanías o la red de telefonía móvil. La misteriosa pérdida de comodidades que habitualmente damos por sentadas suscitó en todos nosotros una sensación de fragilidad total.
Los reporteros del diario se afanaron en recoger esta incertidumbre, que encarna a la perfección el sino de los tiempos, y salieron a la calle para ofrecer a nuestros lectores una imagen lo más nítida posible de cuanto estaba ocurriendo. En paralelo, otra parte de la redacción mantenía actualizada la web y pergeñaba la información de servicio, contrastando con responsables y expertos las distintas versiones sobre lo ocurrido que comenzaban a inundar las redes y los medios de España y Portugal.
Esta labor pudo llevarse a cabo gracias a que la sede de Miguel Yuste cuenta con equipos electrógenos para situaciones de emergencia. Con todo, algunos compañeros de la unidad de edición caminaron durante horas por Madrid hasta llegar a su puesto de trabajo para lograr confeccionar la edición impresa y que esta llegara a tiempo a las rotativas. El desempeño de estos y otros tantos profesionales del diario sirvió para combatir las teorías de la conspiración con información veraz que se atenía en exclusiva a los hechos comprobables.
Te dejo por aquí varias muestras de periodismo en las horas previas al caos. Empiezo por este paseo de Pedro Zuazua por la calle de Alcalá, la más larga de Madrid, donde se topó con vecinos en corro para escuchar la radio, policías a caballo y grandes atascos. “Si lo piensas, España es un país de la hostia. Con todo el lío que hay y la gente tomando cañas”, reflexionaba uno de los entrevistados. Jacobo García y Patricia Peiró visitaron las estaciones de Avenida de América y Atocha, donde multitud de viajeros se vieron obligados a dormir ante la imposibilidad de regresar a casa. La frustración era total.
Esta otra crónica firmada por Juan José Mateo relata la tensión que se vivió en las calles del centro, abarrotadas de oficinistas intentando volver a casa como fuera. Y aquí el escritor David Uclés narra lo ocurrido en las calles de la capital con pinceladas de ironía, amor y costumbrismo castizo. En estos días extraños, cabe recordar que existe un Madrid donde el fundido a negro de este lunes no representa ninguna novedad. Se trata de la Cañada Real, el mayor asentamiento irregular de Europa y hogar de 4.000 personas que sobreviven desde hace más de dos años sin electricidad.
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