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Buenos días a todo el mundo. Cuando el presidente Donald Trump impuso aranceles significativos a China este año, dijo que eran una respuesta a la desindustrialización de Estados Unidos que había ido vinculada a la externalización a gran escala a China. Es decir, lo que algunos han calificado como el “choque chino”. Los aranceles de Trump hicieron que las exportaciones chinas a Estados Unidos cayeran casi un 20 por ciento. Esas exportaciones, y otras más, ahora van a otros lugares del mundo. Esta semana, el superávit comercial de China —el exceso de exportaciones con respecto a las importaciones— superó oficialmente el billón de dólares, un nivel que ningún país había alcanzado antes. En esta edición, mi colega Alexandra Stevenson, nuestra jefa de la oficina de Shanghái, escribe sobre el choque segundo chino, y lo que podría significar para los países en desarrollo que la experimenten esta vez. También:
Un nuevo choque exportadorHace dos décadas, el mundo occidental experimentó lo que se conoce como el “choque chino”. Las empresas de Estados Unidos y Europa externalizaron a China la fabricación de productos hasta que el país se convirtió, en la práctica, en su fábrica. China empezó a exportar juguetes, ropa, dispositivos y automóviles a tal ritmo que contribuyó al hundimiento de industrias enteras. Fábricas cerraron. Se perdieron cientos de miles, si no es que millones, de puestos de trabajo. Desde el punto de vista político, el impacto sigue resonando. Ahora estamos empezando a ver cómo se desarrolla un segundo choque chino, que parece diferente. Esta vez, excluida del mercado estadounidense por los aranceles, e incapaz de vender lo suficiente a los consumidores nacionales, China está reorientando una mayor parte de sus exportaciones hacia los países en desarrollo. También está instalando sus propias fábricas en algunos de estos países. Pero si el primer choque chino fue en gran medida invitado por Occidente —aunque algunos legisladores hayan llegado a lamentar sus consecuencias—, el de ahora está sucediendo en países que tienen menos control sobre cómo se lleva a cabo. En comparación con el mundo desarrollado, estos países también dependen más de la industria manufacturera para mantener el crecimiento de sus economías. Por lo mismo, es probable que las consecuencias sociales del segundo choque chino en todo el mundo sean tan profundas como el primero en Occidente. Y estamos empezando a vislumbrar cómo podrían ser. Una hegemonía manufacturera Según una estimación, más de 300.000 personas de las fábricas de confección y fábricas textiles de Indonesia han perdido sus puestos de trabajo a causa de las importaciones chinas en los últimos dos años. Fue entonces cuando empezaron a entrar en el país prendas y tejidos más baratos fabricados en China. Cuando una fábrica de confección en la ciudad de Solo cerró repentinamente en marzo, 10.000 personas se quedaron sin trabajo casi de la noche a la mañana. Las empresas de Tailandia también han resultado perjudicadas. El banco central advirtió recientemente sobre la “inundación de exportaciones chinas” en Tailandia y el sudeste asiático, afirmando que la presión se había “profundizado debido al exceso de capacidad de fabricación de China”. En África, las importaciones procedentes de China alcanzaron los 60.000 millones de dólares en septiembre, superando ya la cifra para todo el año en 2024. Los datos oficiales publicados el lunes mostraron lo que los expertos ya sabían: este año China ya ha registrado un superávit comercial anual con el mundo que supera por primera vez el billón de dólares. “Las exportaciones chinas han crecido tres veces más deprisa que el comercio mundial”, dijo Brad Setser, economista del Consejo de Relaciones Exteriores. Ese tipo de crecimiento no puede producirse sin el cierre de fábricas en otros lugares, dijo. Esta vez, China no solo exporta productos baratos. También está exportando las propias fábricas, en gran medida para eludir los aranceles de Trump, que son especialmente elevados para los productos que se fabrican en China.
Esta parte ha tenido sus ventajas para las economías locales. Hasta ahora ha funcionado bien, en buena medida, en Vietnam, parcialmente porque muchas de las industrias que se trasladaron, como las del calzado y los muebles, requieren mucha mano de obra y necesitan trabajadores locales. Pero Malasia es un caso de estudio de los peligros de dejar que la fabricación china se vuelva demasiado dominante. La incipiente industria solar local de Malasia fue desplazada por empresas chinas que construyeron enormes fábricas, creando empleo para decenas de miles de personas. Entonces, Estados Unidos estableció aranceles que apuntaban directamente a las exportaciones solares chinas a través del sudeste asiático. Las empresas chinas quedaron paralizadas y, en la actualidad, la industria solar de Malasia está en ruinas. Desempleo y disturbios Muchos de los países a los que China está enviando más de sus exportaciones están sufriendo una desaceleración considerable de la fabricación a nivel nacional. También tienen poblaciones que tienden a ser jóvenes. Esta dinámica puede estar contribuyendo ya a la tensión que ha surgido en lugares como Indonesia, donde los jóvenes manifestantes han expresado su frustración por la falta de oportunidades.
“Definitivamente existe el riesgo de que, si las exportaciones chinas siguen entrando a raudales, se produzcan cada vez más protestas”, dijo Priyanka Kishore, economista de Singapur. Esto supone una combinación volátil con el sentimiento antichino que acecha en el sudeste asiático, donde las empresas dirigidas por chinos étnicos poseen gran parte de la riqueza. Miles de trabajadores indignados quemaron fábricas de propiedad extranjera en Vietnam en 2014, furiosos por los intentos de China de controlar el mar de la China Meridional. En Indonesia, estallaron disturbios antichinos durante la crisis financiera asiática de 1998. Hace más de dos décadas, Europa y Estados Unidos acogieron con satisfacción la eficacia de la maquinaria manufacturera china, cuya mano de obra barata enriqueció sus empresas durante años. Desde entonces, ha estado lidiando con las repercusiones sociales y políticas. Hay una lección para los países del sudeste asiático y de otros lugares. A diferencia de Estados Unidos y Europa, es posible que los países más afectados por el segundo choque chino no lo hayan buscado. Pero, de todos modos, tendrán que prepararse para sus efectos. OTRAS NOTICIAS DESTACADAS
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